sábado, 29 de julio de 2017

In Memorian

La espuma de las olas lame mis pies como aquella primera vez. La nostalgia y el recuerdo me arrastran al pasado como la resaca limpia de algas la playa. Aquella primera vez...

Hace tantos años de ello. Los dos cogidos de la mano. Tus ojos grises como el horizonte perdidos en él. Tus silencios. El aroma que escapaba de tu cuerpo. Ese olor dulzón a cansancio y derrotas. A sueños rotos flotando al despertar como restos de un naufragio en alta mar...

Una lágrima salada resbala por mis mejillas para unirse con sus hermanas a mis pies. Un nudo aprieta mi garganta. Trato de sofocar el llanto. Hace tanto tiempo de aquellas carreras sobre esta misma arena...

Risas. Conversaciones. Confesiones frente a una hoguera al caer el sol. Ninguna prisa por volver a casa. Tantas cosas que contar, y tus prisas por aprovechar ese escaso tiempo, como un presagio de lo que estaba por pasar...

La soledad de la mañana me rodea como una mortaja, meciendo tu recuerdo ante mí. Tu sombra reptando a tus pies entre dunas. Tu figura mirando el agua, calibrando cuándo llegaría la tempestad que nos separase. De tempestades y separaciones sabías demasiado. La experiencia de una vida en contraste con mi inocencia. Como aquella vez que me regalaste aquella gorra de capitán que me venía grande. Mis fantasías hablando de viajes transatlánticos, de tierras vírgenes por descubrir, de tesoros ocultos... Tus pupilas empequeñecidas por el sol, mirándome en silencio, describiendo otros viajes, otros puertos en los que atracar, otros atardeceres con el miedo disipado en una sonrisa forzada al pisar tierra firme.

Enciendo un cigarrillo con el mismo mechero que olvidaste en casa. O que tal vez dejaste de manera premeditada. Tus olvidos que se transformaban en mis hallazgos. Veo perderse al humo en la nada, sintiéndome pequeño. Insignificante. Como aquella última vez. Tu despedida tratando de prometer un retorno. El brillo de tus ojos. Aquella manera tan tuya de frotarte la nariz cuando no sabías qué decir. Mi promesa de estar esperándote. El petate con tus pocas pertenencias en el suelo. Un último abrazo. Cálido. Tierno. Dpupejando un aroma a promesas por cumplir que morían a medida que nos separábamos. Una mano diciendo adiós. Unas lágrimas que rompían los diques de la contención. Y un te quiero, vuelve pronto escapando entre hipidos de mi boca...


La brisa roza mi cara como tú solías hacer con mi cabeza, despeinándome pese a mis protestas. De fondo una gaviota se pierde en el cielo, tal vez haya ido a morir mar adentro. Siempre lo decías y nunca lo creí. Hace años de aquello. De aquellas palabras. De aquella última vez juntos frente a este mar. Ha llovido mucho, otros muchos han dejado su vida como tú hiciste en mitad de una borrasca. Y desde entonces, padre, siempre vuelvo a ver otros barcos, otros viajes, otros sueños zozobrando entre redes y vientos. A la espera de que vuelvas, aún sabiendo que el mar es un amante celoso y nunca te devolverá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario